viernes, 24 de septiembre de 2010

El póquer de todo

Ya está aquí. Es imparable. Hace 10 años nadie tenía ni la mas remota idea mas allá de las referencias cinematográficas que nos transportaban a un submundo de vicio y vidas al límite. Ahora se pasea a plena luz del día por televisiones y periódicos autóctonos. El póquer se ha instalado entre nosotros. De la mano de las apuestas deportivas se coló en las pantallas de ordenador y ahora lo infecta todo. Mi pronóstico es que de aquí a no mucho se habrá convertido en el deporte rey. Sí, deporte. Así lo aceptó oficialmente el pasado 29 de Abril la Asociación Internacional de Deportes Mentales que desde 2008 celebra sus Juegos en paralelo a las Olimpiadas, equiparándolo con el ajedrez. El póquer podría ser olímpico en Londres 2012. Con este lavado de cara definitivo es cuestión de tiempo que consiga la popularidad necesaria para situarse como deporte mayoritario. Actualmente se estima que hay 300.000 jugadores de póquer en el estado español. Ya es la quinta actividad lúdica organizada sólo por detrás del futbol (779.829 practicantes), la caza (411.453), el básquet (385.430) y el golf (337.112). Con este ritmo de crecimiento se espera llegar a 1.200.000 practicantes en los próximos años. Y todo eso en la semilegalidad, un desarrollo en bragas y las estructuras aun por construir.


Estamos ante el deporte del futuro. ¿Por qué? ¿Cómo se explica este crecimiento hipertrófico? Yo lo tengo muy claro. El póquer es el reflejo de nuestra sociedad. Un espejo sin desviaciones que nos devuelve la imagen nítida de cómo somos en realidad.

1) Es democrático al extremo. Lo pueden jugar hombres, mujeres, viejos, jóvenes, altos, bajos, gordos, delgados, mudos, sordos, discapacitados... Todos parten de las mismas condiciones. No hay separación de categorías ni hacen falta unas aptitudes iniciales.

2) No premia el esfuerzo. El peor jugador de una mesa puede ganar una mano al mejor si tiene mas suerte y mejores cartas.

3) Despenaliza el fracaso. La presencia del azar justifica la derrota. Además, si en casi todos los deportes hay un solo perdedor y un solo vencedor, en una mesa final de póquer los perdedores son mayoría. Hasta el punto de que hay premios económicos para todos en función de la proximidad al éxito.

4) Es inmoral. Acepta el engaño como una parte del juego y permite actitudes destinadas a desconcentrar al rival. No respeta la jerarquía. Un chaval de 18 años puede abusar de un señor de 67 o al revés. No entiende de nobleza. Alguien con muchas fichas puede ir descaradamente a por alguien que tiene muy pocas con la intención de dejarle sin nada. Todo está aceptado y no tiene castigo.


5) Es desacomplejadamente materialista. La gloria está en función del dinero. No admite consideraciones estéticas a la forma de jugar porque simplemente juega mejor quien más gana.

6) Es un juego asocial. Se puede jugar cómodamente desde casa en soledad y incluso en el póquer presencial no es necesario comunicarse. Puedes pasarte horas jugando al lado de una persona sin dirigirle la palabra. Hay jugadores que literalmente se meten en una burbuja con auriculares en las orejas, una gorra y unas gafas de sol.

7) Es engañoso. Cualquier persona puede hacerse pasar por un experto jugador de póquer con la actitud adecuada. Es ideal para farsantes. Ningún signo externo determina las cualidades de un jugador para el juego, al contrario de lo que sucede con el básquet o el rugby.

8) Es inmediato. No da ninguna importancia al pasado ni al futuro. Sólo cuenta el presente. Una sola buena mano puede ser mas beneficiosa que las 10 anteriores perdidas. Más todavía, haber ganado los dos torneos anteriores no te da ninguna ventaja de cara al siguiente.


9) Es aparente. Jugar a póquer mola. Ser jugador de póquer te define y si lo conviertes en tu actividad principal más todavía. Es un estilo de vida atractivo. Dota a tu personalidad de una serie de valores añadidos como la masculinidad, el cosmopolitismo, la astucia, la peligrosidad o el riesgo. Un premio sustancioso cuando en realidad te dedicas a viajar de casino en casino combinando cartas de colores durante horas y horas.

10) Es nocivo. Ignora premeditadamente sus peligros con la promesa del éxito y el dinero fácil. Si alguien se queda atrás, si alguien cae en la ludopatía o se arruina, lo escupe. Carga toda la culpa sobre el individuo a pesar de que toda su estructura está montada para atraer a perdedores. Nunca asume su parte de responsabilidad. Juega con los sentimientos, las necesidades y las flaquezas de la gente. Es implacable.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Pesadilla heterosexual

Invito a todo el sector masculíno que lea esta entrada a hacer un ejercicio de imaginación. Imaginemos que un buen día conoceis personalmente a una chica como esta.

Supongamos, que no es mucho suponer, que os hace tilín. Supongamos que reunis el valor necesario para tirarle los trastos en una fiesta.

Ahora imaginemos que contra todo pronóstico el interés es recíproco y la chica os hace caso. Imaginemos que os cautiva su sonrisa, su voz dulce y su feminidad. Que a medida que habláis con ella us parece cada vez más simpática y menos afectada.

La chica empieza a insinuarse sexualmente sin muchos rodeos. Os vais excitando por momentos. Podríais estar ante el triumfo mas épico de vuestra vida. Sólo os preocupa no cagarla.

Imaginemos que vuestras dotes de seducción consiguen que os acompañe a casa. Imaginemos que para romper el hielo mientras os desplazáis se os ocurre preguntarle a qué se dedica. Y la respuesta es que se dedica a hacer cine pornográfico.

Ahora imaginemos que no os importa. Que llegados a este punto ya era de suponer que había alguna trampa. Que eso no os impedirá aprovechar la oportunidad de vuestra vida. Imaginemos que, bien pensado, es hasta morboso. Imaginemos las cosas que os hará esta chica cuando lleguéis a casa.

Imaginemos que empieza a desnudarse mientras os coméis la boca. Que ya no podéis esperar ni un segundo mas. Imaginad que esta chica os ha puesto mas cachondos que nunca. El resto no hace falta imaginarlo porque es la pura realidad.

Bianca Freire: pesadilla heterosexual.