domingo, 18 de octubre de 2009

No me llames iluso...

La gente se va a vivir a Londres para enriquecerse a nivel personal. La gente se apunta a la universidad para aprender. La gente hace tareas de voluntariado para sentir que aun hay gente mas miserable que ellos. La gente conserva amistades para tener a alguien que les apoye cuando lleguen tiempos peores. Pero todo es inútil. La gente malgasta esfuerzos en estas y otras actividades, esperanzados por la vana ilusión de que algún día las cosas les irán bien y dejarán de preocuparse. Esta ilusión es lo que provoca que se muevan, que se impliquen en cosas, que en definitiva, vivan. No saben que esta ilusión es su vida. Nunca la conseguirán ni vivirán en ella. Como mucho, toda su vida podrá definirse como esas tareas que emprenden para abastecerla.

De todas estas ilusiones, la mas patética es la del amor verdadero. Nadie lo ha encontrado ni lo encontrará, y aquellos que dicen que si, mienten como unos hijos de puta. El amor verdadero sólo existe en los libros de autoayuda y en las comedias románticas. ¿Pero sabéis que? En la vida real Jorge Bucay es un gordo que se masturba pensando en su ego.

Pero la mentira del amor verdadero mueve a las masas. Los ejecutivos publicitarios, auténticos traficantes de ilusiones, lo saben bien. Por eso existe la industria del amor verdadero. La comedia y la novela romántica, la puta "nouvelle vague" y el cine francés en general, los bodorrios, los viajes de luna de miel, el día de San Valentín y también del Sant Jordi. Pero de toda estafa sentimental me inquieta especialmente este sistema de enviar tu nombre y el de tu pareja vía SMS a una empresa, que los procesa y te devuelve otro SMS donde sale calibrada, del 0 al 100, vuestra compatibilidad como pareja. No hay que ser un stephenhawking para darse cuenta de las dimensiones del timo, pero parece ser que las empresas que ofrecen este servicio se están forrando. Y aquí es donde yo me doy cuenta que la raza humana no vive gracias a sus ilusiones, sino gracias a que es, sencillamente, muy subnormal.

Yo creo que hay un sistema mejor para comprobar la compatibilidad mutua entre los miembros de una pareja. No tienen nada que ver los nombres, ni tampoco te asegura que acabaréis envejeciendo juntos delante del televisor. En todo caso, te verifica que vuestra unión tiene los días contados. Si pasáis el test, tal vez moriréis pensando que estáis enamorados, o tal vez no, a saber. En definitiva, el secreto está en saber donde conociste a tu pareja. Hay ciertos lugares y eventos que embriagan nuestro cerebro de retrasado. Situaciones en las que pensamos que somos los putos amos o, por el contrario, que somos escoria a la espera de un programa de higiene racial en condiciones. En estas situaciones surge el amor. Para salvarnos de la miseria o para catapultar nuestro ego, no importa, porque el mecanismo es el mismo. Pero es cuestión de tiempo que os deis cuenta de la magnitud de la estafa. Por lo tanto, si habéis conocido a vuestra pareja en alguna de las situaciones siguientes, tarde o temprano se revelará la trampa. Tal vez al cabo de un mes, el dia de la boda o con vuestro primer hijo entre las manos. Da lo mismo. Así que ya estáis preparando una buena excusa si reconocéis que el amor entre vosotros surgió:

· Apostando en un canódromo.

· Chateando en el Badoo.

· En la proa del Titanic.

· El día que tu madre te dijo "te presento a tu hermanita".

· En el ejército.

· Compartiendo una jeringuilla.

· En primera fila de un concierto de Coldplay.

Y este último caso es el peor de todos. Porque un tio en primera fila de un concierto de Coldplay es un homosensual reprimido que libera su sexualidad coreando "uo-uoh" como un desesperado mientras a Chris Martin le coge un ataque de parkinson en el clímax de "Viva La Vida". Así que cuidado con el rubito de Exerton, Devon, Inglaterra, porque cuando pone voz de castrati, los matrimonios y las sexualidades ambiguas se tambalean. Estáis avisados.

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