miércoles, 9 de febrero de 2011

Imperdonable (I)

Empiezo una nueva saga de entradas que espero que tenga mas continuidad que la por ahora monopóstica "Desmontando el mito".

Dicen que no es legítimo juzgar a las personas a la primera. Estoy de acuerdo. Lucho cada día titánicamente contra esa tendencia natural a la discriminación extrema que mi creciente misantropía comporta. Eso sí, hay una serie de indicios que no os llevaran nunca a engaño. Gestos, palabras y comportamientos que certifican terminantemente que la persona que tenéis ante vosotros es pura escoria 100 % exterminable. Son esas actitudes imperdonables las que me propongo denunciar a partir de ahora, a ver si consigo erradicarlas o que al menos uno de sus exponentes se lleve una buena somanta de ostias por parte de algún lector. Con eso último me doy por satisfecho.


Nº1: Gente que saluda guiñando un ojo y acompañándolo con un chasquido de la lengua a modo de refuerzo auditivo.

Sí amigos. Ya os aviso ahora que voy a ser muy concreto. Para llegar a odiar febrilmente un gesto hay que detestar hasta el último detalle. Tenéis que ser capaces de reproducirlo mentalmente con precisión una y otra vez hasta convertir la rabia acumulada en un Waimea de rechazo infinito. Sólo un ego descomunal, una prepotencia sin límites y un alud de inconsciencia pueden llevar a realizar este gesto en público. En todo caso, debéis tener en cuenta que quien lo practica con vosotros os está pidiendo una ostia a gritos. Cumplid con vuestro deber. O mejor, si ponderando vuestra fuerza física pensáis que no seríais capaces de infligirle el daño que merece, reforzadle el hábito y aumentarán exponencialmente las posibilidades que lo repita hasta toparse con alguien lo suficientemente poco recomendable como para sumergirle en el mundo de dolor y humillación que requiere. Eso sí, cuando el gesto vaya seguido de un "¿Que pasa crack?" no queda otro remedio: tenéis que matarle.

No hay comentarios: