lunes, 2 de enero de 2012

Cogidos por los huevos

Así como hay mujeres que se niegan a que les practiquen sexo oral, también hay mujeres que se niegan a bajar al pilón masculino, ya sea por tabús, por una sexualidad mal interpretada o por unas extrañas y perversas convicciones heredadas de un feminismo mal entendido.

Y es que algunas féminas asocian de manera equívoca la mamada con la sumisión. Carne de películas porno, estas hembras creen que arrodillarse ante un hombre representa la confirmación de su estatus como sexo débil.

Y no amigas mías, nada más lejos de la realidad. Al contrario de lo que vuestras inmaduras o manipuladas mentes puedan pensar, las mamadas son poder. Porque no hay actividad sexual que deje al hombre más indefenso que una buena felación.

La polla es el joystick de la voluntad del hombre. De hecho la traducción de este término al castellano es "palanca de control".

Y es que si las mujeres pudieran llevar la polla de su hombre en la boca todo el día ejercerían un control absoluto, como el ventrílocuo que mueve el muñeco a su voluntad, pero a la inversa.

Porque felar un cipote no es meterse un trozo de carne en la boca, mamar una polla es absorber el alma de un hombre. Es la absorción completa del espíritu masculino. La completa vampirización del ser masculino.

Llegados a este punto, entiendo que todas las que aun teníais dudas estáis deseosas de poneros en la boca la primera polla que tengáis al alcance, ni que sea por comprobar mis teorías.

No os precipitéis y seguid leyendo, la lección de hoy aun no ha terminado.

No entraré en los detalles sobre cómo hacer una mamada, bastantes cosas tengo que hacer como para escribir un tratado que la experiencia ya os irá dando. Pero si me gustaría hacer un inciso en un momento tan significativo como delicado.

La corrida.

Y es que muchas mujeres no saben qué hacer en ese momento. ¿Qué es mejor, en la boca, en la cara, fuera?

La corrida es el momento más crucial de una buena mamada. Es ese instante en el que, si las cosas se han hecho correctamente, podríais ordenar al hombre que se lanzara desde un decimosexto piso y lo haría sin dudar. Y al contrario, una mala decisión puede mandar a la mierda todo el esfuerzo y el buen trabajo realizado hasta ese momento.

Lejos de lo que uno pueda pensar, la lefada en la cara no es la mejor opción. Tal vez para alguna generación esclava de las películas porno pueda ser una buena alternativa, pero generalmente los resultados son poco satisfactorios, tanto para uno como para otro. Es mejor en este caso, dejar que el esperma caiga sobre el cuerpo y regalime sobre los pechos. Porque si bien la escena de la cara inundada de semen puede ser muy cinematográfica, a pocos hombres les gusta besar una cara maquillada de su propio líquido.

En este sentido, la corrida fuera es la mejor opción, aunque hay que tener en cuenta que es una operación extremadamente delicada. Pensadlo. Con la mamada tenéis todo el control. Mientras laméis la verga erecta, el hombre no es más que un terroncito de azúcar que deshacéis a voluntad y que reventará en mil pedacitos en el momento que el surtidor explote. Retirar la boca en el momento más álgido es como si os retiran el cipote de la chona en los instantes precios al orgasmo, una mierda ¿verdad?

La corrida fuera de la boca sólo tiene sentido si la mamada acaba en paja. Pero con una paja espectacular, a la altura de la felación que estabais haciendo. Además, hay que controlar muy bien los ritmos, tener el arte de la continuidad. La transición de una acción a la otra debe ser transparente y en el tiempo adecuado, que no se note. Si no todo acabará con una fellatio interruptus donde todo se irá a la mierda: la mamada y, especialmente, vuestro control sobre el hombre.

"Así pues ¿qué hago?" os estaréis preguntando a estas alturas de la película.

Sin duda, la mejor opción es la corrida dentro de la boca.

Visualmente impecable, sexualmente extraordinaria, la corrida en la boca es el final que toda novela quisiera tener. Ver como la mujer se llena la boca de vuestro semen y como sigue la polla con la lengua hasta los huevos para no dejar escapar esa gota escurridiza no solo es uno de los placeres mas inmensos que un hombre pueda vivir y ver, si no la constatación definitiva de que tu, mujer, tienes todo el poder.

Además, la mamada hay que saborearla. Hay que disfrutarla como un vino que nos ha costado 600 euros.

No hay nada peor que la mujer que conserva el líquido en la boca y sale escopeteada al baño para vaciarla en la taza del vater. Es como el hombre que abandona la cama para fumarse un cigarro tan pronto se ha corrido dentro vuestro. Peor todavía. Es como si además, os dejara un fajo de billetes en la mesilla de noche.

¿Verdad que a vosotras os gusta que después de una follada, el hombre se quede a vuestro lado, acariciándoos, abrazándoos, queriéndoos? La mamada pues, aunque sea una actividad femenina, necesita de los mismos ritmos.

La polla, amigas mías, necesita amor.

En cambio, ver como la mujer acerca su cara a la tuya para besarte y, a pocos centímetros de ti, con un sensual gesto recoge con la lengua esa última gotita que se escapaba por la comisura de los labios para saborearla es la elevación a la máxima potencia del placer masculino.

Si lo hacéis bien, entenderéis entonces el auténtico significado de la expresión "tener a un hombre cogido por los huevos".

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