lunes, 21 de diciembre de 2009

Cánon



Ayer se murió una de las mujeres más bonitas que he visto en mi vida. Uno de esos ejemplos que nunca me vienen a la cabeza cuando la gente habla de la Sara Carbonero como si fuera la panacea y yo quiero explicar la diferencia entre una efígie con pinta de oler mierda y mi idea de sensualidad femenina.




Hay la creencia absurda que la belleza debe ser una cosa distantemente fría y todo aquello obviamente sexual es vulgar. Y una mierda. La naturaleza nunca engaña. Si véis una chica por la calle y os pica la entrepierna es que está buena. Es mas, estoy en disposición de afirmar que todos aquellos hombres que se hayan dejado convencer para separar su instinto primario del cánon de belleza son maricas.



De rubia, de morena o de castaña tenía aquel punto justo de equilibrio entre la candidez y un horizonte de infinita predisposición al sexo violento y sórdido. Era imposible observarla con aquella gran boca y aquella mirada legañosa como de acabar de levantarse y no pensar en hacerle un montón de cosas horribles. Tenía por defecto aquella inexplicable expresión que a muchas sólo se os pone después de un orgasmo intenso como preludio de una recompensa oral de las especiales. No se correspondía con el perfil de supermodelo ni de estrella porno siliconada. No era perfecta. No levantaba dos palmos del suelo, tenía bolsas en los ojos y una nariz que recordaba ligeramente a la de la cerdita Peggy pero me la hubiera follado hasta después de muerta.



¡Eh! Y los que no coincidáis conmigo estáis de enhorabuena. Si la palma una de las vuestras siempre podéis encargar otra sin alma a realdoll.com

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