jueves, 11 de febrero de 2010

Comedia romántica

Es de dominio público que los hombres en determinados circulos tenemos la tendencia a exagerar nuestras conquistas. Lo que toda la vida se ha conocido como "el síndrome Parchís", consistente en comerse una y contar 20. Un ejemplo rápido. Cuando yo tenía 14 años, volviendo a casa desde el instituto para ir a comer, un compañero me explicó que aquel fin de semana había perdido la virginidad con una de su camping. Para darle realismo, me dijo que con los nervios se equivocó de agujero y la metió por el conducto urinario en lugar del conducto ordinario. A menos que el suyo fuera un extraordinario caso clínico de micropene hipodérmico, unos tres años mas tarde fui consciente de hasta que punto me había colado un gol.

Mujer fácil

Para que no se enfade nadie puntualizaremos que el nivel de exageración va en función del individuo. Pero si tenéis la oportunidad de hablar con un tipo y llegar al nivel de confianza suficiente, no perdáis el tiempo escuchando historias de sus conquistas. Preguntadle por los fracasos. Todo ser humano con pene y testículos es una auténtica enciclopedia de perversas humillaciones femeninas. Lo realmente interesante es lo que calla.

Mujer de alquiler de renta antigua

Que sirva como ejemplo mi propia experiencia:

1) Bofetada dialéctica: Yo no soy mucho de tirar la caña en locales de la vida nocturna. Enseguida sabréis por qué. Un par de éxitos consecutivos durante mi primera adolescencia (la segunda la empecé el pasado verano) me hicieron envalentonarme. Un día decidí entrarle a una de esas chicas con las que uno sólo lo intenta cuando está pletórico de confianza. ¿Qué era lo peor que me podía pasar? Hasta entonces yo vivía en un universo de "tengo novio", "no quiero rollo" o rechazos un poco mas directos como girar la cara y hacerse la sorda. Para lo que no estaba preparado era el desprecio mas absoluto. Aquella tiparraca me miró de arriba a abajo con un grito entre la repugnáncia y el terror y me dijo: "¡Pero si eres un feo!". Literal. UN feo. Como si yo formara parte de una raza inferior que vive en las cloacas y en mi infinita inconsciencia me hubiera atrevido a salir al exterior. No me ha vuelto a ocurrir. Tampoco lo he vuelto a intentar.

2) Calientapollismo: ¿Qué pensaríais si una chica os invita a cenar a su casa, os prepara la cena, os sonríe y os hace ojitos todo el rato, salis a bailar y redefine el concepto del verbo "refrotarse" hasta dejar el concepto perreo a la altura de una coreografia de Los Lunnis, la acompañáis de vuelta a su casa y os dice de subir para tomar la última copa? Lo mismo que yo, supongo, que es la hora de sacar el gusanito a pasear. Pues no. La continuación de la historia es la siguiente. Me sirve una copa de vino (situación altamente pretenciosa en una persona rozando la veintena, por cierto) y se pone a recoger los platos de la cena. Le pido que lo deje y se siente conmigo al sofá. Me hace caso. Me abalanzo sobre ella y soy victima de una cobra en toda regla. Me parece que te has confundido, me dice. Será mejor que te vayas. Durante un año necesité practicamente señales lumínicas y acústicas para estar convencido de hacer el primer paso.

3) Idiomas diferentes: No, no hablaré del Eramus sino de gente que interpreta las cosas totalmente al revés. Yo y la señorita X nos hacemos muy amigos en poco tiempo. Ella tiene pareja, yo también. Quedamos constantemente, duermo en su casa cuando tengo un problema familiar grave, me viene a buscar a las tantas de la madrugada para salir por ahí con su moto cuando no puede dormir, nos escapamos algún fin de semana... Ella se queda soltera, yo también. Sube el tono de las conversas, nos hacemos regalos, flirteamos. Un buen día le digo abiertamiente que pienso en ella sexualmente. X se lo toma como una ofensa personal. Pensaba que éramos amigos y ahora veo que todo este tiempo que hemos pasado juntos sólo me querías llevar al catre. ¡Me das asco! Por mucho que intenté hacerle entender que cuando alguien te dice que le pareces sexualmente atractivo no pretende insultarte, todo lo que conseguí es que dejara de hablarme. Tal como iba recordando todas las actividades que habíamos compartido, empezó a hacer interpretaciones enfermizas de todos mis gestos con ella y poco después ya había ido difundiendo entre amigos comunes un rumor sobre mi de tocamientos no consentidos durante un fin de semana que nos escapamos.

Y la Lídia Falcón o la Gemma Lienas aun se preguntan porqué los hombres van de putas...

2 comentarios:

susana dijo...

muy bueno, dices la verdad, pero ojo alguna te atrapara, cariños Susana

Susana dijo...

He llegado a tu blog por casualidad y me ha gustado mucho lo que escribes y cómo lo cuentas.

Te felicito.

Un saludo:

Susana