miércoles, 24 de febrero de 2010

Involución

Que el mundo involuciona es una cosa que hace tiempo que sospecho. Desde que tenía 11 años no puedo evitar tener la sensación de que todo va irremediablemente a peor. Lo he visto en mi ciudad, tan preocupada de ponerse guapa que se ha olvidado de que su principal función es ser habitable. De hecho, ya no es ni divertida. Tan acostumbrada como está a recibir visitantes que se dejan asombrar por su maquillaje cada vez es menos auténtica y espontánea y está mas vacía por dentro. Un día se dará cuenta de que los que crecieron con ella la han dejado de lado, pero será demasiado tarde.


También lo veo en mi generación. Una generación perdida sin ideales y materialista hasta el extremo que se ha divorciado de la toma de decisiones personales y colectivas. Cada vez mas individualista, cada vez mas egoísta. Cada vez con mas vida social a traves de las redes y al mismo tiempo con menos vida. Una generación que no sabe nada de la comida ni le interesa, que le es indiferente ver una película grabada con una videocámara directamente de una sala de cine con imagen y sonido cutres, mientras sea la opción mas inmediata y cómoda. Cada vez mas impaciente y mas superficial. Una generación que compra y compra para sentirse parte de algo, de una marca, de un estilo de vida surgido de una agencia publicitaria. La generación analfabeta con mas carreras, postgrados y masters que ninguna otra. Una generación atascada en la adolescencia porque se ha terminado eso de una casa, un trabajo y una pareja para toda la vida. Una generación de viviendas inasequibles, precariedad laboral y incapacidad para el compromiso. Una generación de vuelos low cost, de muebles prefabricados, de iPods con 250.000 canciones piratas, de botellón, de conserva, sección de congelados y fast food pero que se deja una pasta en drogas, coches, motos, ropa y gadgets electrónicos. Una generación entregada en cuerpo y alma al carpe diem porque si se parara a pensar se cagaría de miedo y tendría que hacer algo.


Lo veo en la sociedad, cada vez mas hipócrita. Una sociedad que culpa a mi generación de materialista y de no tener ideales obviando el hecho de que ellos empezaron a cambiar el mundo cuando un dictador murió de viejo y poco despues ya se estaban dedicando en cuerpo y alma a comprar la casa, el coche de gama alta, la segunda residencia y el coche pequeño para la mujer. Los mismos que han legado un mundo donde las decisiones que afectan a sus descendientes se toman a miles de kilómetros en reuniones de accionistas. Una sociedad de padres irresponsables e hijos consentidos, cada vez mas violenta y obscena pero cada vez mas puritana. Una sociedad que tilda de telebasura los programas mas vistos y se escandaliza por la posibilidad de mandar a John Cobra a Eurovision cuando sería la representación mas fiel posible del país. Una sociedad que alarga la vida de los viejos para dejarlos de lado, medicalizada y alarmista, donde cada 5 días descubrimos algo que es fatal para la salud y 5 días despues va de puta madre. Una sociedad que no respeta las normas y cada vez tiene mas, que pide responsabilidades a sus gobernantes por cualquier cosa porque lo quiere todo mascadito. Una sociedad que ante la incompetencia se pasa la patata caliente, que dice detestar la pena de muerte y reclama cadenas perpetuas pero no quiere prisiones cerca de casa. Una sociedad victimista y pasiva, que de todo opina y no profundece en nada. Una sociedad donde no desentonan opiniones como esta, por ejemplo.

Lo he hablado con gente mucho mayor que yo, para ver si esta sensación no es sólo mia y forma parte del proceso de hacerse mayor. Me dicen que no, que cuando ellos eran jóvenes tenían la sensación que el mundo iba a mejor. Pero se engañan y tengo la prueba:


Hasta mediados del siglo XIX, en el mundo civilizado el insomnio, la retención de fluidos, la falta de apetito, los espamos musculares o la irritabilidad se consideraban síntomas de histeria femenina. Un estudioso intentó recopilarlos, le salieron 75 páginas de posibles síntomas y aun dijo que la lista estaba incompleta. El tratamiento contra la histeria femenina consistía en la aplicación por parte del doctor de un masaje pélvico. Dicho de otro modo, las mujeres iban a la consulta a que el doctor les hiciera una paja hasta llegar al orgasmo. A veces requería de horas y cuando el médico no lo lograba delegaba en las manos expertas de una comadrona o recetaba primitivos consoladores a las pacientes para administrarselos en casa. Pero a principios del siglo XX eso fue desapareciendo porque el pujante feminismo lo consideró intolerable y los propios médicos dejaron de ponerlo en practica al tratarse de un método poco científico. Un siglo despues las mujeres siguen siendo unas histericas cuando van mal folladas, pero en lugar de entrarles las pajas gratis por la seguridad social estan haciendo millonarios a los del Tupper-Sex.

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